Desde que nacemos, empezamos a tomar decisiones. Consciente o inconscientemente, cada instante optamos por una entre dos o varias alternativas. Lloramos o no, nos movemos o nos quedamos quietos... Vamos creciendo y continuamos tomando decisiones.
Y ¿en qué se basan nuestras decisiones? Siempre en nuestro orden de prioridades. En cada momento nuestro cerebro procesa todas las opciones posibles y elige una, sólo una, la que para nosotros tiene mayor prioridad. Ocurre a todos los niveles, desde las opciones más sencillas de entender. Si tenemos comida y hambre, comemos porque es prioritario a estar quietos. Si estamos durmiendo y abrimos un ojo y nos da hambre, si la prioridad es la de estar a gustito en la cama, no nos levantaremos. Si el hambre "vence" la batalla, pues nos levantaremos. Un lunes nos levantaremos para ir a trabajar porque el esfuerzo que supone es compensado por la expectativa del sueldo a cobrar.
Está claro que en muchos casos lo hacemos en modo automático, y por eso precisamente deberíamos poner atención: si clarificamos nuestras prioridades, nuestras acciones se ejecutarán sin esfuerzo o, al menos, sin el esfuerzo de tener que decidir. Si no tenemos duda de qué es lo más importante para nosotros, no nos costará hacer lo correcto.
Así, si tenemos clara la prioridad en nuestra vida de tener salud no encenderemos ese cigarrillo. Si reforzamos esa postura con el ahorro que supone no fumar, el daño que se causa a los demás, el olor que se nos queda en en la ropa, el mal aliento, etc., pues será muchísimo más fácil que, definitivamente, no encendamos ese pitillo nunca más.
Y esto nos vale para todas las decisiones, desde decidir dejar un trabajo "seguro" por iniciar un proyecto arriesgado hasta involucrarnos con la persona querida venciendo el miedo al compromiso. Nuestra prioridad de ser honrados estará por encima de la de conseguir un beneficio temporal a costa de hacer lo "incorrecto".
Pero ojo, es imprescindible, absolutamente, el tener muy claro nuestro nivel de prioridades: nunca una prioridad sin importancia debe imponerse a nuestros valores más profundos. Éstos son los que deben marcar la base de nuestras prioridades en la vida.
Hagámoslo sencillo: sepamos qué es lo importante para nosotros y dejémonos llevar luego por las decisiones que tomemos, pues serán siempre las correctas.
Y ¿en qué se basan nuestras decisiones? Siempre en nuestro orden de prioridades. En cada momento nuestro cerebro procesa todas las opciones posibles y elige una, sólo una, la que para nosotros tiene mayor prioridad. Ocurre a todos los niveles, desde las opciones más sencillas de entender. Si tenemos comida y hambre, comemos porque es prioritario a estar quietos. Si estamos durmiendo y abrimos un ojo y nos da hambre, si la prioridad es la de estar a gustito en la cama, no nos levantaremos. Si el hambre "vence" la batalla, pues nos levantaremos. Un lunes nos levantaremos para ir a trabajar porque el esfuerzo que supone es compensado por la expectativa del sueldo a cobrar.
Está claro que en muchos casos lo hacemos en modo automático, y por eso precisamente deberíamos poner atención: si clarificamos nuestras prioridades, nuestras acciones se ejecutarán sin esfuerzo o, al menos, sin el esfuerzo de tener que decidir. Si no tenemos duda de qué es lo más importante para nosotros, no nos costará hacer lo correcto.
Así, si tenemos clara la prioridad en nuestra vida de tener salud no encenderemos ese cigarrillo. Si reforzamos esa postura con el ahorro que supone no fumar, el daño que se causa a los demás, el olor que se nos queda en en la ropa, el mal aliento, etc., pues será muchísimo más fácil que, definitivamente, no encendamos ese pitillo nunca más.
Y esto nos vale para todas las decisiones, desde decidir dejar un trabajo "seguro" por iniciar un proyecto arriesgado hasta involucrarnos con la persona querida venciendo el miedo al compromiso. Nuestra prioridad de ser honrados estará por encima de la de conseguir un beneficio temporal a costa de hacer lo "incorrecto".
Pero ojo, es imprescindible, absolutamente, el tener muy claro nuestro nivel de prioridades: nunca una prioridad sin importancia debe imponerse a nuestros valores más profundos. Éstos son los que deben marcar la base de nuestras prioridades en la vida.
Hagámoslo sencillo: sepamos qué es lo importante para nosotros y dejémonos llevar luego por las decisiones que tomemos, pues serán siempre las correctas.
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