No es broma, lo reclamo.
Quizás no salir a la calle a quejarme de la podredumbre política que tenemos, es ser imbécil.
Puede que no hacer una huelga bestial que jorobe (sobre todo) a mis conciudadanos sea ser imbécil.
Quizás confiar en que poco a poco, mediante la democracia y las leyes, acabaremos con la corrupción choricera de nuestros políticos (de todos los colores) sea ser imbécil.
Pero es que eso significa ser libre: poder ser imbécil y que nadie me obligue a no serlo.
Por ello, igual que me resisto a que nadie me diga que tengo que creer en un determinado dios, cómo debo hacer el amor o a quién debo votar, tampoco quiero que nadie me fuerce a ser revolucionario, rebelde. Ser libre significa eso, que tú puedes hacer lo que consideres y yo también, pero intenta no pisotear mis derechos. Porque si lo haces, si si me fuerzas, si me obligas, si tus acciones perjudican mi vida y la de mi familia más que la de los políticos tan malos contra los que te quejas, igual me obligas a tomar acción... ¡pero contra ti! Eso no quiere decir que me ponga del lado de tus enemigos, sino que me defenderé de tu forma de fascismo.
Por tanto, movilízate, si lo consideras. Manifiéstate, si crees que así se solucionan las cosas, pero no me digas a mí lo que tengo que hacer. Quizás soy ingenuo si pienso que a la larga esas acciones hacen más daño que bien. Soy uno de los que en su momento me habría gustado que a ETA la hubieran hecho desaparecer a lo bestia, pero el tiempo me ha demostrado que, a la larga, usar la Democracia da mejores resultados. Hay jueces, políticos (incluso miembros de la realeza) siendo juzgados. La privatización sanidad en Madrid se ha detenido, no por las mareas blancas, sino por los tribunales. Creo que esa es la forma, más lenta que el activismo en la calle pero más segura, con menos daños colaterales.
Con los políticos me ocurre lo mismo. No me gustan los que hay. Ni los que había. Por eso no los voto. Pero la mayoría de mis compatriotas sí lo hace, y tengo que apechugar con ello. Espero que en las próximas elecciones la cosa cambie, pero respeto el derecho de todo el mundo a volver a votar a los que han demostrado una y otra vez que no lo hacen bien.
Creo que sí me movilizaría si tuviéramos tiranos que no nos permitieran expresarnos, que no dejaran al Pueblo decidir en las urnas. Pero los que hay (por malos que sean) los hemos elegido entre todos. Y mañana, estarán otros que habremos elegido.
Y con ello, vivo la vida, día a día, intentando ver en qué cosas puedo influir para ser un poco más feliz y, de rebote hacer un poco más feliz a los que me rodean. Estoy de acuerdo en que si nadie hace nada, la cosa no se mueve, por eso nunca he dejado de ir a votar. Y sí, te respeto si eres más activista, pero respétame tú a mí si no lo soy. Personalmente, no creo que tu lucha sea útil (y menos cuando siempre hay algún descerebrado violento que aprovecha tu buena fe para hacer lo que les gusta: armar jaleo) pero me parece precioso que puedas hacerlo, que tengas esa libertad.
Por todo ello, por favor, déjame ser imbécil, o aburguesado, o pasivo. Quizás es la decisión incorrecta, pero es la mía. Al menos, hoy.
Quizás no salir a la calle a quejarme de la podredumbre política que tenemos, es ser imbécil.
Puede que no hacer una huelga bestial que jorobe (sobre todo) a mis conciudadanos sea ser imbécil.
Quizás confiar en que poco a poco, mediante la democracia y las leyes, acabaremos con la corrupción choricera de nuestros políticos (de todos los colores) sea ser imbécil.
Pero es que eso significa ser libre: poder ser imbécil y que nadie me obligue a no serlo.
Por ello, igual que me resisto a que nadie me diga que tengo que creer en un determinado dios, cómo debo hacer el amor o a quién debo votar, tampoco quiero que nadie me fuerce a ser revolucionario, rebelde. Ser libre significa eso, que tú puedes hacer lo que consideres y yo también, pero intenta no pisotear mis derechos. Porque si lo haces, si si me fuerzas, si me obligas, si tus acciones perjudican mi vida y la de mi familia más que la de los políticos tan malos contra los que te quejas, igual me obligas a tomar acción... ¡pero contra ti! Eso no quiere decir que me ponga del lado de tus enemigos, sino que me defenderé de tu forma de fascismo.
Por tanto, movilízate, si lo consideras. Manifiéstate, si crees que así se solucionan las cosas, pero no me digas a mí lo que tengo que hacer. Quizás soy ingenuo si pienso que a la larga esas acciones hacen más daño que bien. Soy uno de los que en su momento me habría gustado que a ETA la hubieran hecho desaparecer a lo bestia, pero el tiempo me ha demostrado que, a la larga, usar la Democracia da mejores resultados. Hay jueces, políticos (incluso miembros de la realeza) siendo juzgados. La privatización sanidad en Madrid se ha detenido, no por las mareas blancas, sino por los tribunales. Creo que esa es la forma, más lenta que el activismo en la calle pero más segura, con menos daños colaterales.
Con los políticos me ocurre lo mismo. No me gustan los que hay. Ni los que había. Por eso no los voto. Pero la mayoría de mis compatriotas sí lo hace, y tengo que apechugar con ello. Espero que en las próximas elecciones la cosa cambie, pero respeto el derecho de todo el mundo a volver a votar a los que han demostrado una y otra vez que no lo hacen bien.
Creo que sí me movilizaría si tuviéramos tiranos que no nos permitieran expresarnos, que no dejaran al Pueblo decidir en las urnas. Pero los que hay (por malos que sean) los hemos elegido entre todos. Y mañana, estarán otros que habremos elegido.
Y con ello, vivo la vida, día a día, intentando ver en qué cosas puedo influir para ser un poco más feliz y, de rebote hacer un poco más feliz a los que me rodean. Estoy de acuerdo en que si nadie hace nada, la cosa no se mueve, por eso nunca he dejado de ir a votar. Y sí, te respeto si eres más activista, pero respétame tú a mí si no lo soy. Personalmente, no creo que tu lucha sea útil (y menos cuando siempre hay algún descerebrado violento que aprovecha tu buena fe para hacer lo que les gusta: armar jaleo) pero me parece precioso que puedas hacerlo, que tengas esa libertad.
Por todo ello, por favor, déjame ser imbécil, o aburguesado, o pasivo. Quizás es la decisión incorrecta, pero es la mía. Al menos, hoy.
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