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La importancia de los nombres

Creo que el nombre que se le da a las cosas es determinante. No sólo a las cosas, a las personas también. En algunos casos es difícil saber cómo va a influir tu nombre en tu vida, pero lo que está claro es que en algo influye. No es lo mismo llamarse Atanasio que Luis o Walter. No son mejores ni peores, pero algo te condicionan de por vida, porque especialmente en la niñez el nombre se usará como arma arrojadiza, si se puede, por el resto de los niños que, por naturaleza, son crueles.

Y en cuanto al resto de situaciones, el nombre también es importante. Algún ejemplo:

- Si al partido fuerte que no gobierna en un país le llamamos Oposición, ¿qué esperamos que haga? ¿construir? Pues no, lógicamente lo que hace es oponerse, una y otra vez. Quizás si se cambiara el término por Cogobierno o Apoyo o algo así empezaríamos a sembrar otro mensaje en la mente de quienes conforman esos partidos y se esperaría otra actitud de ellos.

- Si al que se descarga una canción sin pasar por la SGAE le llamamos Pirata pues está claro que estamos definiéndolo como alguien fuera de la ley. Es más, si encima a los partidos que defienden la libertad se autodenominan Partido Pirata estamos enviando un mensaje contradictorio.

- Si a una situación complicada le llamamos Crisis o a un momento de bajón le llamamos Depresión le estamos dando alas al inmovilismo y estamos predicando que la situación está fuera de nuestro control, que las circunstancias mandan y que simplemente somos víctimas de algo que otros (Gobierno, médicos) tienen que arreglar. Es cómodo pero inútil.

Y así ocurre con todo. Mira bien cómo llamas a las cosas o las situaciones porque así las estarás etiquetando en tu cerebro, y ese es el mensaje que envías al mundo.

Comentarios

  1. Me parece una reflexión muy interesante. Es cierto que cada palabra tiene sus connotaciones, que la acompañan allá donde vaya uniéndose a lo que nombre.

    Hay una manera de defenderse por ejemplo de los insultos o descalificaciones que se basa en ello, y personalmente me parece muy acertada. Consiste en asumir esa palabra en un tono irónico, para ir quitándole las connotaciones insultantes y de alguna manera "apropiarte" de ella, dejando a quien ha tratado de insultarte sin su arma. Por ejemplo, en la comunidad gay es común emplear palabras como maricón, bollera, etc. despojándolas de su sentido despectivo. Supongo que es lo que tratan de hacer en el Partido Pirata.

    Un saludo :-)

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  2. Es cierto, Fer, que lo mejor ante cualquier agresión es usar la ironía, porque "desarma" al atacante. El problema es cuando nosotros podemos elegir, y la ironía (que a mí me encanta) no la entiende el subconsciente, que sólo asimila las palabras. ¡Gracias por tu comentario!

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  3. Pues sí. Yo siempre me avergoncé de mi nombre (no pienso decir cuál es) y creo que me marcó y me creó complejos innecesarios. A otros a lo mejor les serviría de aliciente, no sé.

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  4. Se ha escrito mucho sobre el lenguaje como creador de realidades pero para mí empieza a tener más valor el silencio. Tanto grito y palabrería vacía de significado ya cansa.

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