Mi madre, Teresa Fábregas, fue una persona de esas que hay pocas, poquísimas. Hace varios años que ha muerto y puedo decir con orgullo que jamás, absolutamente nunca, he sabido de alguien que haya vertido alguna crítica negativa hacia ella. Impresionante. Nunca he visto nada igual. Sin embargo, cuando estaba viva creo que no le demostré suficientemente lo especial que la consideraba. Bueno, eso es otra historia y será contada en otra ocasión...
El caso es que cada vez que encuentro a alguna persona que la conoció, invariablemente acabamos hablando de ella y aflora alguna lágrima sincera porque la echan de menos. Y me sigue ocurriendo ahora que hace ya más de 4 años de ello que nos dejó. Y es algo espontáneo, en familiares y amigos y en personas que apenas (o nada) me conocen, pero necesitan expresar su amor y agradecimiento hacia ella.
Y ¿cuál era el secreto de mi madre para ser tan apreciada por todo el mundo? Nunca la oías dar grandes charlas, ni alzarse como líder de nada, ni esgrimir causas grandilocuentes. Simplemente estaba ahí, no criticaba a nadie, comprendía a todos, intentaba ayudar e intermediaba los problemas.
Recientemente, una de esas tantísimas personas que he comentado que encuentro por mi barrio (y a la que yo ni conocía) me brindó la mejor definición. Tras cerciorarse de que yo era "el hijo de Teresa" me comentó, con las consabidas lágrimas, cómo la echaba de menos, como era "la mejor" y luego pronunció las palabras mágicas que nunca olvidaré: "Era una persona que siempre alisaba".
Así de sencillo. Cada vez que surgía un problema, ella "alisaba". Si había un conflicto personal, lo alisaba. Si había alguien con una crisis, alisaba. Si caías en la desesperación, alisaba. Por supuesto, esto conlleva un montón de virtudes más: bondad, generosidad, entrega, empatía,... pero que forma más bonita de ser recordado: no como un creador de conflictos, sino como alguien que los elimina.
Así pues, de vez en cuando me vienen estas palabras, sobre todo cuando estoy a punto (o no tan "a punto") de caer en la tentación de ser uno más de los que echa leña al fuego, ya sea en una relación, en una crítica cualquiera o en un conflicto.
Ojalá que ese verbo, alisar, sea mi inspiración para el resto de mi vida, y siempre que me encuentre ante una crisis, saque mi "alisadora" y contribuya a que el panorama sea más suave, más agradable, más placentero. Así, contribuiré, como hizo ella (ojalá que lo consiguiera en una milésima parte) a que la vida de algunas personas sea algo mejor.
Una vez más, gracias mamá.
El caso es que cada vez que encuentro a alguna persona que la conoció, invariablemente acabamos hablando de ella y aflora alguna lágrima sincera porque la echan de menos. Y me sigue ocurriendo ahora que hace ya más de 4 años de ello que nos dejó. Y es algo espontáneo, en familiares y amigos y en personas que apenas (o nada) me conocen, pero necesitan expresar su amor y agradecimiento hacia ella.
Y ¿cuál era el secreto de mi madre para ser tan apreciada por todo el mundo? Nunca la oías dar grandes charlas, ni alzarse como líder de nada, ni esgrimir causas grandilocuentes. Simplemente estaba ahí, no criticaba a nadie, comprendía a todos, intentaba ayudar e intermediaba los problemas.
Recientemente, una de esas tantísimas personas que he comentado que encuentro por mi barrio (y a la que yo ni conocía) me brindó la mejor definición. Tras cerciorarse de que yo era "el hijo de Teresa" me comentó, con las consabidas lágrimas, cómo la echaba de menos, como era "la mejor" y luego pronunció las palabras mágicas que nunca olvidaré: "Era una persona que siempre alisaba".
Así de sencillo. Cada vez que surgía un problema, ella "alisaba". Si había un conflicto personal, lo alisaba. Si había alguien con una crisis, alisaba. Si caías en la desesperación, alisaba. Por supuesto, esto conlleva un montón de virtudes más: bondad, generosidad, entrega, empatía,... pero que forma más bonita de ser recordado: no como un creador de conflictos, sino como alguien que los elimina.
Así pues, de vez en cuando me vienen estas palabras, sobre todo cuando estoy a punto (o no tan "a punto") de caer en la tentación de ser uno más de los que echa leña al fuego, ya sea en una relación, en una crítica cualquiera o en un conflicto.
Ojalá que ese verbo, alisar, sea mi inspiración para el resto de mi vida, y siempre que me encuentre ante una crisis, saque mi "alisadora" y contribuya a que el panorama sea más suave, más agradable, más placentero. Así, contribuiré, como hizo ella (ojalá que lo consiguiera en una milésima parte) a que la vida de algunas personas sea algo mejor.
Una vez más, gracias mamá.
Juanra: Me ha emocionado tu relato. Es un lujo haber tenido (o tener, porque te sigue acompañando) una madre así. Lo cuentas de una forma que me entran muchas ganas de conocerla, y darle un abrazo. Teresas deben haber muchas, porque yo tambien he conocido personas con una habilidad especial para "alisar" situaciones. Parecen que nacieron con ese don, porque lo hacen con una naturalidad (y una eficacia) imposible de imitar.
ResponderEliminarTe diré que personalmente creo que el conflicto es necesario en muchas ocasiones, y que a veces su solución no está en "alisarlo" (es como la energia, no desaparece, se transforma, pero sigue ahí...) sino en cogerlo por los cuernos, y sacudirlo con energía; pero si tengo que elegir entre los que crean conflictos y los que los disipan, es obvio que me quedo con personas que suman como tu madre. Enhorabuena, Juanra, por haber tenido una madre tan especial. No te conozco mucho, pero seguro que te la merecías.
un abrazo, compañero!!
Muchas gracias, Amalio. Es cierto lo que comentas, pero no confundamos alisar con ser sumisa. No lo era en absoluto, porque era una idealista convencida. Pero sí sabía ver lo bueno de las personas y ser ciega a los defectos.
ResponderEliminarJamás vi a Tere un mal gesto, era la sonrisa espontánea y sincera personificada. Mi madre la añora a menudo, incluso después de varios años la seguimos recordando con ternura. Era simplemente maravillosa. Tu y tus hermanos tenéis mucho de ella, y sois su mejor legado.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo.
Julio Casela.
Su magia continúa, porque ¡¡¡ha hecho que aparezcas!!! ;-)
ResponderEliminarGracias y un abrazote, caballero. Besos a todas tu gente.
me llego tu nota por un amigo, Gracias por compartirla es muy emotiva y sabia.
ResponderEliminarLo mejor para ti
Hernan
Gracias a ti, Hernán. Me alegro de que te haya gustado
ResponderEliminarLa verdad, tuvo que ser un pedazo de señora, te felicito por tu humildad y por haber sabido extraer esa enseñanza.
ResponderEliminarSe dice que sólo apreciamos la grandeza de las personas cuando ya no están con nosotros. Y debe ser así.
ResponderEliminarPero creo que es injusto no hacer mención a la persona que compartió su vida con ella, y que se fue cuando ella faltó. Así que te toca escribir también sobre tu padre.
Un fuerte abrazo
JM
A ver, no es una cuestión de justicia. Adoro a ambos, y ambos me dejaron un legado. Esto no pretendía ser un homenaje a mi madre, pues para eso haría falta un libro entero, sino que el comentario de esa persona me dio pie a hablar de las relaciones personales. Creo recordar que otra vez (quizás antes de este blog) puse a mi padre de ejemplo tratando de la honradez. Aún así, JM (¿?) no es una competición y espero tener tiempo y ganas para escribir muuuucho y, lógicamente, ellos aparecerán de vez en cuando. Gracias.
ResponderEliminarCoño, acabo de encontrar esto por casualidad. Me ha encantado. Realmente tendríamos que aprender todos de personas como tu madre. Por desgracia tendemos a criticar, a liar las cosas, a complicar. Como si eso nos hiciera más importantes.
ResponderEliminarGracias por tu post, y por tu blog
Hay personas buenas, integras, cercanas, amables y luego está mi tía, que deslumbraba por su forma de ser. Es verdad, no creo conocer a nadie tan excepcional como ella. Y lo mejor es que eso que en ella se reflejaba está presente en vosotros (mis primos). Y había una cualidad que era genial: el humor y la alegría que trasmitía por los poros.
ResponderEliminarGracias prim@... (qué no sé quién eres) ;)
ResponderEliminary gracias, Amparo. Se me pasó tu comentario (esto de la desconexión vacacional...)
ResponderEliminarJuanra a los que hemos tenido la suerte de conocer intensamente a tu madre nos ha regalado sin pedir nada a cambio, mil carcajadas, sonrisas, cariño, ternura y un optimismo propio de personas que te invitan a ver la vida de otra manera, a sortear los problemas y las adversidades con positivismo, por todo eso muchas gracias tia Tere.
ResponderEliminarSe me olvidaba, tenia un socio que la queria como jamas he visto amar a una hermana, mi padre. Creo que ademas de amor, tenia admiración y devocion por ella y no era para menos; teniendo una genetica común los abuelos con tu madre se salieron. Un abrazo
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